En la acera estaba aparcada, una bomba sobre dos ruedas, un litro de cilindrada más de cien caballos. La rueda trasera se parecía a una apisonadora. Pintada con los colores de la escudería Repsol, una preciosidad que solo pedía que la montaran.

Se acerco al vendedor.

¿ Ya esta lista ? Le pregunto.

Si, solo falta que me enseñes el papel del seguro y puedes irte con ella.

Le enseño el certificado. Le había costado más de cien billetes, para seis meses, pero que más da.

Se compro el casco, a juego con el carenado. Salio y se quedo parado delante de la moto, durante unos instantes nada parecía existir. Solo Ella y El.

Lentamente paso la pierna derecha al otro lado del motor, con un movimiento de caderas puso la moto en equilibrio y se sentó. Puso la llave de contacto y apretó el botón del arranque. El silbido del motor le cautivo, abrió un poco los gases. No eran caballos, sino tigres lo que había en el motor.

Bajo de la acera y empezó a rodar entre los coches.

Cinco años ahorrando, peseta a peseta, privaciones de todo tipo, estudiando y trabajando, cuando podía, pero ya la tenia, era suya, sin ningún crédito o banco que le pudiera amenazar la propiedad. Este fin de semana a las discotecas de Benidorm, a ligarse una sueca, alemana o, porque no, madrileña.

Por fin la carretera de Alicante, una parada para tomar gasolina y "puño a tope" hasta destino.

Adelantar se convertía en un placer, tercera, abrir gases y se acabo. A la altura de Almusafes se decidió por la carretera general, más tarde entraría en la autopista.

Sueca, Cullera, pueblos que desfilaban uno tras otro a una velocidad vertiginosa, parecía que la moto le pedía cada vez más.

¿ Es que no te atreves ?

¿ Tienes miedo ?

¿ No sabes ?

Esas frases resonaban en su cabeza, casi ni podía oír el zumbido del motor, en las curvas rozaba la rodilla con el asfalto, la punta de los zapatos estaba desecha. Ni contaba los camiones sorteados por todos lados.

Por Javea se adentro en la autopista, después de recoger el ticket de entrada apuro todas las marchas, doscientos treinta por hora.

¡ Que, no me atrevo ! Me faltan quinientas revoluciones para llega a tope.

¡ Vas a explotar !

Benidorm, mil quinientos metros.

Solo tuvo tiempo para frenar, no había nadie para cobrar el peaje. Miro por todos los lados, pero no había nadie. Espero unos minutos y se lanzo hacia la ciudad.

Mediados de Julio y nadie por Benidorm. Se quito el casco, estaba roto, le faltaba todo el lado derecho. Un casco nuevo que no aguanta el aire, pensó.

Al bajar por la avenida de Europa se paro en un semáforo, su mirada se paro en un escaparate con un espejo, en su cara solo quedaba un ojo.